El Molino del Tío Alberto es una de esas joyas que esconde la provincia de Ávila y que no todo el mundo conoce.
De hecho, se trata del último molino harinero que estuvo en funcionamiento en el Valle del Corneja, donde en el siglo XVIII llegó a haber 28. Son las aguas de este río las que durante siglos dieron vida al molino: una construcción que ahora, y gracias a la Diputación Provincial, se ha convertido en el Centro de Interpretación de los Molinos del Río Corneja.
Nosotros lo hemos visitado con las niñas y la verdad es que nos ha encantado. ¡A todos! Sobre todo a ellas, que han podido aprender no sólo cómo se fabrica la harina sino, además, cómo se vivía hace décadas en los pequeños pueblos abulenses. Como en Villafranca de la Sierra y Navacepedilla de Tormes, entre los que se encuentra el molino.
MOLINO Y VIVIENDA
Porque el Molino del Tío Alberto, además de conservar en perfecto estado la maquinaria, incluye también la vivienda de Alberto Jiménez. Él era, claro, el Tio Alberto, el molinero que se hizo cargo del molino hasta 1963 y que, una vez jubilado, lo mantuvo vivo para que lo pudiera disfrutar todo aquel que así lo deseaba.
La verdad es que cruzar las puertas del molino es como viajar en el tiempo. Detrás de la puerta doble de madera te adentras en una vivienda construida en el siglo XVI y que mantiene todo el encanto de vidas pasadas.
Lo primero que llama la atención es la poca altura de sus techos. Se construían así no sólo porque entonces la gente era más baja que ahora. Sino también para aprovechar el calor que generaba la lumbre.
Nosotros tuvimos la inmensa suerte de entrar en la cocina cuando el fuego estaba encendido. Samuel, el joven guía que nos mostró el molino y la vivienda, llamó nuestra atención sobre la piedra de moler que hace las veces de ‘chimenea’. Y ésa fue sólo la primera piedra redonda que encontramos en el suelo de la casa. ¡Está claro que allí y entonces no se desperdiciaba nada!
La casa cuenta, además, con tres alcobas, una despensa y una sala de estar. Además de un sobrado y un pasillo que conecta todas las estancias.
EL MOBILIARIO DE LA VIVIENDA
Resulta muy evocador comprobar cómo las habitaciones mantienen el mobiliario del Tío Alberto. Aparadores, sillas, sus camas… Y hasta una rueca y una máquina de coser nos hablan de cómo ha evolucionado el mundo en el último siglo.
Al fondo de la vivienda se encuentra el molino en sí. Es, sin duda, el plato fuerte de la visita. En la sala se pueden ver de cerca todas las máquinas necesarias para la molienda, como el rodezno, el saetín o el castillete.
LAS PIEDRAS DEL MOLINO DEL TÍO ALBERTO
A nosotros nos llamaron mucho la atención las piedras molineras. Y no precisamente porque puedan verse, sino porque están guardadas en lo que se conoce como guardapolvos. Lo que sí nos comentaron es que las piedras -la bajera, que es la más gruesa y la que se queda estática, y la volandera, la más delgada y que gira- se han caído una sobre la otra, por la que ahora sería imposible poner el molino en marcha sin una reparación previa.
Por cierto que también nos explicaron que gracias a estas instalaciones el molinero producía también su propia electricidad. Lo hacía gracias a una dinamo que, eso sí, se rompía con frecuencia, dada la presión con la que, en ocasiones descendía el agua del río Corneja.
EL EXTERIOR DEL MOLINO DEL TÍO ALBERTO
Podéis completar la visita al Molino del Tío Alberto con un paseo por sus alrededores. Lo cierto es que el paisaje es una maravilla.Desde el mismo momento en que bajas del coche y caminas, cruzando el río, hacia el molino.
Fuera del edificio, además, se encuentran las construcciones destinadas a cuadras, pocilgas y al horno de pan. Porque el molinero no sólo se dedicaba a moler harina, claro.
Nosotros aprovechamos para dar un pequeño paseo por la zona. Hacía frío, pero el recorrido valió la pena.
Incluso bajamos hacia la parte baja del molino. Al no estar abierta en ese momento la compuerta del agua, pudimos ver también las ‘tripas’ del molino. Toda una experiencia, sin duda.
Y al acabar la visita nos acercamos a conocer Bonilla de la Sierra: otro tesoro de la provincia de Ávila que está a muy poquitos kilómetros.
DATOS PRÁCTICOS
Llegar al Molino del Tío Alberto es muy sencillo.
Desde Ávila tienes que tomar la N-110 en dirección Piedrahíta. Esta carretera no se abandona hasta el desvío que indica Villafranca de la Sierra. Desde allí sale la AV-P-507, y en apenas unos kilómetros de un camino precioso, encontraréis el molino a vuestra izquierda.
El Molino del Tío Alberto cuenta con una pequeña zona de aparcamiento de tierra. Tened cuidado al acceder desde la carretera porque si no se va despacio pueden chocar los bajos del coche con el suelo.
El acceso al molino es gratuito. Sólo se paga la voluntad si así se desea.
Es visitable los sábados de 11,00 a 14,00 horas y de 16,00 a 18,00 horas. En época de verano, el horario vespertino es de 17,00 a 19,00 horas.
Y los domingos en horario de mañana.
Si quieres ver cómo se llega pincha aquí para ver el enlace.